"La maestría de Herrera en los usos del lenguaje, que con frecuencia simula el de un tratado científico, y una acre ironía mantienen la distancia necesaria entre el texto y el autor, y entre el texto y el lector, para que las inmensas preguntas solemnes tengan cabida en una divertida novela donde el absurdo no quita lo valiente·" (Antonio Cisneros)