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El Anís de Picasso y ava Gardner
Serafín Quero Toribio
Synopsis "El Anís de Picasso y ava Gardner"
Desde tiempos muy remotos el hombre ha sentido la curiosidad o necesidad de desentrañar la misteriosa esencia de las cosas, su último significado, su espíritu. De ahí que a los destilados se les llame bebidas espirituosas. Egipcios, griegos y romanos advirtieron que, tras el calentamiento de los líquidos, los vapores condensaban los aromas y sabores. Fueron ellos los primeros alquimistas, el egipcio kemi da kimiya en árabe y del árabe procede alquimia. Gracias a los árabes y al médico valenciano Arnau de Vilanova (1238-1311), profesor de la Universidad de Montpellier, triunfó el aguardiente, designado con un amplio abanico de nombres tanto en Europa como en Oriente. El alma o espíritu del vino apareció en el coñac, brandy, armagnac, orujo, grapa y pisco. Los cereales, plantas y patatas se transformaron en whisky, ginebra o wodka. Que fue para Picasso una de las principales características de la Francia de posguerra: «Brigitte Bardot, el jazz moderno y el wodka polaco». Las frutas prestaron su aroma y sabor a los llamados alcoholes blancos como el calvados normando o el slivovitc de Los Balcanes, la matalaúva y la badiana se encarnaron en anisados como el Marie Brizard, que animaba las fiestas del duque de Richelieu en Burdeos, o el machaquito que Ava Gardner mezclaba con cerveza, llamando a dicha mezcla diente de perro, o la copita de ojén con su popular soniquete, para vino Colección Visual X acabar en licores como el benedictine o el chartreuese, fruto de la labor callada de los monjes, en los cordials o en la absenta que enloquecería a la bohemia literaria del siglo XIX. El «vino hervido» de Hipócrates se convertiría con el andar del tiempo en delicioso vermú, y los licores servirían para estimular la fantasía y dar vistosidad a un buen número de cócteles.