Las expulsaditas son así: huecas porque tienen huequitos en sus mejillas, en dónde cabe el sol y duerme la sonrisa lista para dar batalla a lo que sea. A lo que venga. Al hambre mal comido. Al cansancio de las noches de tos y balas. Al destrato tan concurrido de jueces y ladrones de gallinas. Al puchero listo a la una de la tarde para que coman todos.Las expulsaditas son así: mandonas, porque mandan a dar vueltas manzana a sus pesadillas mientras siguen durmiendo con un ojo entreabierto. No vaya a ser cosa que no amanezca. No sea cosa que haya que ir a las oficinas de reclamos a pedir un libre deuda de rayos de sol. No sea cosa que haya que comenzar el día atajando gotas de lluvia con los pies embarrados.Las expulsaditas son así: torpes, porque su torpeza es tener la fortaleza a flor de piel. A flor de labios, como capullos rosados para pecar como Dios manda. Son torpes porque así lo sentencia la profecía diabólica de los mandatos. Son torpes porque pueden matar el hambre sin empuñar ninguna espada. Torpes, porque sus almas no se doblegarán ni hasta el hartazgo. Y harán pan del azufre mal quemado.Las expulsaditas son así: locas, porque no hay cuerda que las ate a ningún dogma, ni a religión que las crea sumisas. Locas porque si quieren, lo gritan a los cuatro vientos. A los cinco días hábiles de la semana. A los seis continentes. A los siete pecados capitales. A las ocho maravillas del mundo. A las nueve de la noche, cuando la calma estalle en tormenta estrellada. Y a los diez mandamientos que jamás osarán atravesar sin permiso sus techos de chapa.
