Si un accidente de coche no hubiera acabado con su vida en septiembre de 1982, hoy Grace Kelly tendría poco más de ochenta años, y no es difícil imaginarla aun hermosa y cálida, no obstante el protocolo que le imponía su condición de princesa de Mónaco. Donald Spoto, que la tuvo como amiga, pasó con ella muchas horas charlando y tomando notas, pero le prometió que no revelaría nada de lo hablado hasta veinticinco años después de su muerte. Ahora por fin se publica esta biografía, que revela los aspectos más íntimos de Grace.
Nacida en Filadelfia en 1929 e hija de una de las familias más ricas de la ciudad, se educó en escuelas privadas. Sus padres diseñaron para ella un futuro de perfecta señora de su casa, y nunca vieron con buenos ojos su decisión de dedicarse al cine y estudiar arte dramático en Manhattan. Su carrera cinematográfica fue corta, pues Grace Kelly pasó solo siete años trabajando en Hollywood, pero su presencia y manera de actuar la convirtieron en un icono del siglo XX. Cuando solo tenía veintisiete años, y después de haber actuado en al menos tres películas dirigidas por Alfred Hitchcock, Kelly interrumpió su trabajo de actriz para casarse con Rainiero de Mónaco. La boda llenó cientos de páginas de las revistas de entonces y su fama creció aun más si cabe. No fue fácil para ella adaptarse al protocolo de su nueva vida de princesa consorte y la relación con Rainiero tuvo sus altibajos, pero sus tres hijos eran fuente de satisfacción y orgullo.
Spoto revela en estas páginas la verdadera vida de Grace Kelly, recurriendo a los apuntes de sus charlas y también a los recuerdos de quien trabajó con ella, desde James Stuart a Cary Grant y Alfred Hitchcock. Los hijos de Grace, por su parte, entregaron al autor unos documentos hasta ahora inéditos. De ahí que esta biografía pueda considerarse el retrato definitivo de una mujer que con su belleza e inteligencia supo reinar en Hollywood y en Europa.
¿Quién ha dicho que Grace era fría? Todo lo que tenía que ver con ella era fascinante, empezando por su cálida mirada cualquiera que haya rodado una escena de amor con ella, sabe muy bien que esta mujer no era fría.
James Stewart
No había manera de encontrarle un punto flaco: en cualquier toma siempre quedaba perfecta y era la mujer menos caprichosa y más colaboradora que he conocido en Hollywood.
Cary Grant
