Entregado al aprendizaje de idiomas, Juan cree encontrar en las palabras un refugio emocional que le permite lidiar con todo aquello que en la vida le explota en la cara: la compleja relación con su madre, que le pide interpretar un poema de César Moro para hallarla; su obsesión con los enredos sentimentales de su prima, a la vez perversa y protectora; la ausencia de su padre, un hoyo negro que tiñe el paisaje de oscuridad; o los parajes por los que transita, siempre a un paso de adoptarlo o engullirlo.