Más temprano que tarde, el adjetivo «rokhiano» será aceptado por la rae. O quizá no, pero existe y designa el desborde vital de un poeta que bien podría ser parte de la generación beat, salvo porque comenzó a escribir cuarenta años antes que Ginsberg. Su obra, compuesta por una treintena de libros, es descomunal e irregular, reiterativa e inclasificable: un capítulo aparte de la poesía chilena.
Pablo de Rokha apostó todas sus naves a pensar el arte como expresión política.